Relato
presentación, nudo y desenlace
Margarita es muy delgaducha, tanto que me recuerda
un poco al fideo bien cocido, de esos que prepara mamá los sábados y que apenas
los coges se parten en dos. Lleva siempre atado en sus manos de papel, un enano
y ridículo globo color berenjena, para poder mantenerse siempre sujeta sobre sus
pies. El pelo, lo lleva en una cinta naranja chillón, que hace el mismo daño,
que una puesta de sol en pleno mes de agosto. Viste un poncho de flores feas y
apagadas como las que tiene la señora Casimira en su jardín, que de tanto
mirarlas, las ha absorbido el color y el olor. Sus ojos son dos aceitunas bien
negras con pestañas como patas de araña y su boca dividida en dos labios del
mismo color que un día nublado. Su perfume arroz con leche, como el que hace la
abuela para merendar. Empiezo a creer, que todas las mañanas se echa un poco
por encima, ya que sabe, que me vuelve loco ese olor. Cuando acaricias su pelo,
encuentras casi siempre un poco de canela, lo que aprueba mi teoría anterior.
Desde, la última vez que comí tortitas con lacasitos, no la he vuelto a ver, y
ya es raro, porque pocas veces me dejan comerlas con lacasitos. Estoy algo
asustado. ¿Y si se ha soltado el globo? Habrá salido volando, como un
principiante pajarillo, que no sabe a donde ir. Que va, ¿cómo se le va a soltar
el globo? Lo llevaba bien atado, lo malo es si ha explotado, entonces ya no
habrá vuelta atrás. Mira que le dije que no se acercara a las zarzas del señor Telesforo, ya sé que le gustaban mucho las uvas esas raras de color cocido, pero es muy peligroso porque alrededor de cada una, había mil y una patas de ciempiés dispuestas a explotar globos como aquel. Bah, estoy más que seguro, se acercó y echó a volar sin su globo y sin esperarme. A día de hoy vivo mirando a donde se posan los pájaros, por si en algún extraño momento la veo volar entre ellos. Por ahora nada, sólo he creado burlas e insultos de mis amigos, por vivir con la cabeza hacia arriba, pero... quien sabe, a lo mejor algún día la vuelvo a encontrar...
Relato descripción y
diálogo
Mi patio de casa es feo como la verrugas negras de
las brujas y apenas tiene luz. Parece como si el cielo se hubiera cerrado para
dentro y no quisiera que los niños de Blanchett estuvieran morenos en su vida. Parecemos fantasmas chupasangres de lo blancos que
estamos. Otros pueblos tienen la gracia de llamarnos los “sinvida” porque
nuestra piel hace daño hasta al verla y parece que, poco a poco te va chupando
las ganas de vivir. Con todo y esto, no nos tienen miedo, se ríen, de que nuestro
esqueleto, simule al polvo de tiza, sumamente blanco y débil como ella, y que
nuestro pelo sea tan, contradictoriamente negro, como los trajes de los
muertos. Pero un día aparecieron ellos, “los zanahorios” como les apodaron en
seguida. Su mote, no fue muy original la verdad, viene, como es obvio de su
pelo color zanahoria y su piel paliducha. En algo nos parecíamos.
_Hola. ¿Qué estás escribiendo?-susurró una voz
desconocida-.
Levanté mi pelo color cuervo de mi cuaderno y vi un
cuerpecillo con patas y pelo zanahorio. Me le quedé mirando un rato. Que de
pecas tenía en la cara. Empecé a contarlas una a una, aunque era difícil, pues
estaban todas situadas desordenadamente por su nariz…
_ ¿Oye, hay alguien hay?_ golpeó mi cabeza
suavemente a modo de puerta-.
Nunca había visto un zanahorio de cerca. Su piel era
tan pálida como la nuestra pero estaba manchada por aquellos puntitos rojos a
modo de pecas que le hacían resultar gracioso y atractivo y que antes, había
intentado contar. Me limité a susurrar un…
_Sí.
_ ¡Ahhh!, pensaba que te ibas a tirar todo el día
contándome las pecas. ¿Qué estas escribiendo?-dijo resueltamente-.
Parecía mentira que un niño de unos 11 o 12 quizás,
prestase tanta atención a lo que hago. Nunca nadie antes, se había parado unos
minutos sobre mí. Desde ahí hemos sido inseparables. Los niños del pueblo de al
lado, siempre que nos ven musitan…
_ ¡Hay van! El zanahorio y la “sinvida”, valla
combinación más bonita- y se ríen descaradamente de nosotros, como si nos
importase algo-.
Relato 3 líneas
La casa es agrietada y
oscura. Tiene cinco ventanas mal puestas y situadas de forma desordenada. El
jardín resulta inquietante. En él solo se ven matorrales que necesitan un buen
podado, y hojas marchitas que llevan toda la vida hay puestas, pero cuando
entras en él, da la sensación…